Una vez que los tornillos estén limpios y sin suciedad ni deslustre, puedes devolverles el brillo. Mezcla sal de mesa con vinagre blanco para hacer una pasta y frótala sobre los tornillos para cubrirlos. Déjalos a un lado durante una hora y luego enjuágalos con agua corriente. Devuélveles el brillo y sécalos con una toalla suave o con un paño.